Una vida palestina

Sari Nusseibeh e Israel

Si en alguna parte de nuestras mentes, y después de leer la prensa internacional, que generalmente defiende los puntos de vistas de las grandes potencias y en el caso de la Guerra entre Israel y Gaza, los de Israel, guardamos la impresión de que todos los palestinos, y especialmente los de Gaza, son asesinos, sin mayor educación o capacidad alguna. En realidad conocemos la realidad de ese pueblo sumido en la tragedia. Un personaje que me ha llamado mucho la atención, y que admiro por su inteligencia, generosidad y lucidez política es Sari Nusseibeh. La semana pasada terminé de leer por segunda vez Once Upon a Country: a Palestinian Life y quedé más impresionado que cuando tuve el libro por primera vez en mis manos.

Sari Nusseibeh nació en Damasco, Siria, en 1949. Viene de una familia con una prolongada presencia en la ciudad de Jerusalén, 1.300 años exactamente. Y como él dice, burlándose un poco de sus orígenes, proviene de una larga línea de ladrones. La realidad es que ejercieron altos cargos desde ser uno de ellos el primer Alto Juez musulmán de Jersusalén en 638 C.E., hasta guardar su familia por tradición la llave de la Iglesia del Santo Sepulcro, hasta la llegada del Imperio Otomano. Su padre fue un prominente estadista y diplomático palestino y su madre proviene de una rica familia, propietaria de tierra. Después de la Guerra del 1948, o Guerra de Independencia como la llama Israel, donde su padre perdió una pierna, se mudaron al Cairo en Egipto y luego regresaron a Israel, donde se mudaron a a escasos 100 metros de la casa donde vivía la familia Amos Oz, el futuro gran escritor israelí. Pero no podían verse, cada uno estaba en un lado contrario de la Tierra de nadie, la frontera en Jerusalén entre Jordania e Israel. Ambos, con el tiempo, se hicieron buenos amigos, el escritor judío y el dirigente palestino.

Al crecer, la familia de Sari lo envió en 1967 a Inglaterra, donde estudió Filosofía en Oxford, ahí conoció a Lucy Austin, hija del famoso filósofo británico J.L. Austin, con quien se casó y después formó su familia. Estudió a Wittgenstein, quizás bajo el influjo de la obra de su suegro, y luego terminó su Doctorado en Filosofía en Harvard, escribiendo su disertación sobre la Filosofía islámica.

Se regresó con su familia a Palestina donde dio clase de Filosofía en la Universidad Al-Quds, de la que fue Presidente durante años y luego representante de la OLP en Jerusalén. Es autor de uno de los libros más hermosos y reveladores de la tragedia del pueblo palestino: Once Upon a Country: a Palestinian Life. Es su autobiografías, donde se mezclan recuerdos de infancia y su vida política.

Otro de sus escritos, que merece la pena mencionar, además de sus libros sobre filosofía islámica es el ensayo que aparece en el tomo Dios salva la razón, donde escribe también Benedicto XVI, el sacerdote Javier Prades y Gustavo Bueno.

¿Por qué hablar de Sari Nusseibeh hoy?

Porque su obra y trayectoria nos permite entender el verdadero significado de la guerra entre el Hamas e Israel. Como también lo ha dicho Harari, Hamas buscó y logró por un lado interrumpir el diálogo de paz entre Arabia Saudita e Israel; y por otro colocar de nuevo sobre el tapete de la opinión pública internacional el tema de la independencia política de los palestinos. Y lo hizo no solo llamando a la guerra, sino atacando con tal ferocidad y crueldad que eliminó cualquier posibilidad de una paz a corto plazo entre palestinos e Israel. El odio que desencadenaron con sus horribles y crueles matanzas del 7 de octubre, 1200 muertos, desembocó en la Invasión a Israel a Gaza pocos días después.

La represalia israelí llevó a una muerte violenta a 15.000 palestinos, casi todos civiles y al menos 5.000 de ellos mujeres y niños. Lo que logró Hamas, al provocar el desmesurado ataque israelí, fue radicalizar a la opinión pública árabe y palestina, y crear, ahora sí, miles y miles de simpatizantes del Hamas, dispuestos a ir a la guerra y a la muerte contra un adversario, muy superior desde el punto de vista militar.  Y entre los judíos creo una sed de venganza tal, que la enemistad durará generaciones. Cualquier proyecto de paz, por los vientos que corren, desapareció con el olor de las armas.

Siendo Henry Kissinger era Asesor de Seguridad Nacional de USA durante el Gobierno de Richard Nixon, autorizó el bombardeo secreto de Cambodia. USA arrojaron más de 500.000 TM de explosivos causando la muerte de 150.000 civiles, con tal de derrotar al enemigo comunista. Esos bombarderos, justamente, ayudaron a llevar al Pol Pot y al Khmer Rouge al poder, que asesinaron a su vez a 2 millones de personas, supuestamente enemigos del régimen y partidarios de Occidente.

¿Qué van a hacer los padres de esos 5.000 niños que han muerto por los bombarderos israelíes? ¿O los huérfanos de esas 10.000 adultos que han fallecido también han consecuencia de las bombas judías? ¿Van a pedir negociaciones de paz o se incorporarán al Hamas? Una vez vi con papá la película Malcom X, dirigida por Spike Lee e interpretada por Denzil Washington, entre otros, basada en nla autobiografía del famoso dirigente negro norteamericano. Papa no era racista, pero era de clase media profesional, nunca le faltó nada. Al ver la película me dijo: “¿Si tú hubieras nacido negro y te hubieras criado en un barrio pobre como Malcom X, si tu padre y tus tías hubiera sido asesinados por blancos racistas, qué hubieras hecho tú? Yo hubiese querido ser como Malcom X”, me dijo. Esa es una buena pregunta que podríamos hacernos, ¿qué haríamos nosotros si viviéramos en Gaza y nuestros padres hubieran muerto por bombas israelíes?

El fundamentalismo del Islam politizado, representado por el Hamas, argumenta que la fuente de la identidad musulmana implica erradicar la presencia de los judíos en Tierra Santa. Pero lo mismo piensa, exactamente a la inversa, el fundamentalismo judío y su visión de una tierra “pura”, libre de musulmanes.

La expresión más acabada de esta fórmula es el muro de concreto de casi 7 metros de altura, creado por el General Ariel Sharon, que separan las zonas judías y palestinas alrededor de Jerusalén, así como en muchas zonas de los Territorios Ocupados. Sharon se hizo famoso en la Guerra del 73 al cruzar el Canal de Suez y luego, antes de ser Primer Ministro de Israel, y por dirigir la Invasión de Israel al Líbano.

Hamas niega la legitimidad moral de Israel para existir, pues todos los judíos a su juicio son infieles y por ello su objetivo es la destrucción del Estado de Israel. Pero el fundamentalismo judío, y Sari Nusseibeh cuenta historia tras historia de cómo Israel también practica esta idea, provocando la reacción armada y violenta de los palestinos. Por eso la derecha israelí se esmera en justificar el asesinato político, el politicidio, de los árabes en Tierra Santa.

El muro de concreto que separa las comunidades palestinas de Jerusalén (al-Quds) es para la identidad palestina, algo así como cuando Robespierre decapitó al Rey Luis XVI durante la Revolución Francesa. Hoy en día, si un habitante de Gaza o de Ramallah quiere ir a Jerusalén, resulta más difícil que el viaje que hizo el Profeta Mahoma cuando viajó al cielo, montado en un equino sobrenatural, de nombre Barak. Jerusalén es una ciudad santa para musulmanes, judíos y cristianos, para todos, no sólo para los fieles de una sola religión.

La derecha israelí necesita a radicales, no a moderados del lado palestino para justificar la represión que han ejercido en las últimas décadas. Por eso Sari Nusseibeh, que era y sigue siendo un moderado entre los moderados dentro de la OLP, llegó a ser considerado el enemigo político número uno del Mossad y el Shin Bet y como tal, vigilado, perseguido y encarcelado.

Cuando la oposición política palestina a los planes de paz entre Israel y la OLP empezaba a flaquear y los moderados crecían, apoyando las negociaciones, Hamas atacaba con la misma herramienta que la derecha israelí utilizó contra los ingleses en la Guerra del 1948: el terror.

Cuando la Conferencia de países árabes en agosto de 1967 en Kartoum, después de la Guerra de los seis días, proclamó su tesis de los tres NO: No al reconocimiento de Israel, NO a la paz con Israel, NO a las negociaciones con Israel, hacía lo mismo que el muro de concreto de Sharon: esconder la realidad del Estado judío, como si fuera un asunto de vergüenza. Algo así como si un genio de una mágica Lámpara de Aladino, convertido en operador político, fuera a conceder los 3 deseos y crear el Estado de Israel. Pero los deseos eran negativos, estaban dirigidos a enfrentar a Israel, no a crear el Estado Palestino.

La violencia siempre ha sido la clave. Israel, señala Nusseibeh, la para provocar una reacción más violenta todavía, que le sirva como excusa para ejercer entonces una violencia total, siempre con un objetivo político: destruir la identidad palestina, el politicidio del pueblo palestino. Por eso que los elementos moderados en la OLP le resultan más peligrosos incluso que el Hamas, porque su presencia y popularidad los forzar a entrar en negociaciones serias de paz con los palestinos, lo cual podría desembocar con la creación de un Estado.

Netanyahu y sus partidarios necesitan crear el matriz de opinión que se están enfrentando a una organización terrorista, y Hamas lo es; capaz de terribles asesinatos de civiles inocentes, que lo es; y que lucha por la destrucción del Estado de Israel, y es verdad. Porque para el Primer Ministro israelí, tal como lo fue para Sharon, sería catastrófico pensar que los palestinos se abstuvieran de prácticas terroristas. Por eso el ataque desproporcionado y criminal de las IDF a Gaza no sólo es cuestionable, sino que debe ser rechazado, aún más que el ataque del Hamas, porque ha ocasionado más muertes.

Tanto los palestinos como los israelíes más radicales rechazan considerar la solución de los 2 Estados, uno al lado del otro, por tal solución requiere del reconocimiento mutuo de los derechos del otro como Nación y porque tal reconocimiento implicaría grandes sacrificios de parte y parte. El precio a pagar sería muy alto de lado y lado.

Hoy sería inviabler la solución de los 2 Estados, a causa de los Asentamientos, Palestina se convertiría en zonas delimitadas, cárceles muy grandes comunicadas por autopistas controladas por alcabalas militares israelíes. El sueño de nación debe dar paso a una Federación judío-palestino, donde tanto judíos como musulmanes tengan derechos políticos comunes

Cuando Sari Nusseibeh estaba escribiendo su libro, se hizo una Encuesta en Israel (por el Instituto Van Leer de Jerusalén) y el 42% de los jóvenes judíos entre 15 y 18 apoyaban el llamado del rabino racista Meir Kahane que pedía la expulsión de todos los árabes de Israel. Hoy, Itamar Ben-Gvir, uno de los discípulos más aventajados del rabino Kahane, forma parte del Gabinete de Netanyahu y ostenta el cargo de Ministro de Seguridad Nacional, en cuanto líder del partido de extrema derecha Otsmá Yehudí. Ben-Gvir tenía en su oficina una foto del terrorista israelí-norteamericano Baruch Goldstein, que asesinó a 29 musulmanes e hirió a 125 en Hebrón en 1994. No quiero ni pensar qué nos diría una encuesta semejante realizada hoy, después de los ataques del 7 de octubre.

Netanyahu sigue atacando porque necesita de la guerra para mantenerse en el poder, incapaz como fue de tomar en serio las advertencias que enviaba el estamento militar de su país. Estaba demasiado ocupado protegiendo los asentamientos de sus socios racistas, como Ben-Gvir, en los Territorios Ocupados, como para darse cuenta, en su prepotencia y arrogancia, del malestar creciente en Gaza.

Las defensas militares israelíes en la frontera de Gaza colapsaron, a pesar de que el Ejército tuvo conocimientos de los planes de Hamas, según determinó el periódico norteamericano The New York Times. Netanyahu intenta redimirse, salvar la cara, matando a la mayor cantidad de palestinos posibles.

La tormenta política al finalizar la guerra, o al lograrse un cese al fuego duraderos, acabará con su Gobierno y le abrirá las puertas, en el mejor de los casos, a dirigentes dispuestos a luchar por una solución adecuada y pacífica al problema político creado por una población palestina castigada por las IDF.

No acepto que se me diga antisemita por cuestionar la política del Likud y sus partidarios en Israel, así como no acepto que se me diga colonialista por cuestionar las tácticas del Hamas que implican el asesinato de inocentes judíos. En ocasiones anteriores se me ha acusado de sionista a ultranza por defender a Israel. Pero como cristianos que somos debemos colocarnos del lado de los más débiles, de los prisioneros, de los más frágiles, de los que no tienen nada. Y hoy en día, en su inmensa mayoría, están en Gaza y no sólo en los Kibbutz destruidos por el Hamas: son los civiles, las familias enteras que han sido destruidas por bombas israelíes, construidas en su mayor parte en USA.

Lo que hizo Hamas subió el nivel de lo que podemos calificar como de Mal absoluto, asesinar a mujeres embarazadas de la manera más horrible posible y filmando el crimen para después publicarlo en redes sociales. Esa abominación no puede enfrentarse con otro crimen. A la abundancia de mal, como decía el Santo de lo ordinario, hay que combatirlo con abundancia de bien.

Nusseibeh puede ayudarnos a entender el problema, recomiendo ampliamente su lectura y estudio. Estén dispuestos a pasar horas sin dormir, a veces me levantaba a las 3 de la mañana para leer, no podía parar. Y luego, ya de pie, no podía dejar de pensar.

Ricardo Bello Toledo


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